Una pequeña historia trágica
(Primera parte)
Algún día todo
era tan normal en mi vida y en mi mundo, todo marchaba tan bien, una vida muy
placentera y normal hasta que… pasó aquél fatal día. Todo se hubo desboronado
frente a aquellos ojos inocentes que un adolescente podría tener. Todo había
cambiado para siempre en mi vida desde ese punto.
Todo comenzó
como un día normal cualquiera, la rutina de todos los días: mis padres se
levantaron temprano en la mañana para ir al trabajo, yo hice lo mismo para partir
a la secundaria al igual que mi hermano menor. Realizamos nuestra rutina
mañanera y luego nos fuimos con nuestros padres en su automóvil. Nuestros
padres nos dejaron a nosotros dos frente a la escuela. Nos despedimos de ellos
y siguieron su rumbo al trabajo. El resto del día transcurrió bastante normal.
Estaba en
clases en mi materia favorita que era música y hoy traía algunas partituras
para practicar. Mi hermano estaba en clases con su maestra de primaria, él iba
en el 5to curso y yo en el segundo año de secundaria. A mi lado estaba sentada
la persona que me gustaba y yo estaba hablando con él sobre lo que había traído
y lo que él había traído. Así pasó el resto del día.
Ya era casi
hora de salida para mí, mi hermano me esperaba sentado en unas bancas que
estaban ubicadas en la parte principal de la escuela. De repente, se dejó
escuchar un fuerte sonido que alarmó a la escuela entera. Las luces se apagaron
de repente varias veces y volvieron a prenderse. Todos estábamos aturdidos y
asustados por el hecho. Yo me preocupé más por mi hermano menor porque no sabía
nada de él. Los maestros salieron de las aulas para visualizar el causante de
aquél fuerte sonido.
El director
los reunió a todos y les dio la orden de evacuar a todos debido a una explosión
de gas en la cocina de la cafetería. Nosotros nos preguntábamos los unos a los
otros que habría pasado y murmurábamos entre todos. En esto, nuestra maestra nos
dio instrucciones para salir de inmediato de manera ordenada del edificio.
Nuestros padres nos buscaron al cabo de una media hora.
Les pregunté a
mis padres que era lo que realmente había sucedido pero apenas me observaron y
dijeron que en la casa me contarían sobre lo ocurrido.
Íbamos ya
bastante cerca de casa cuando de repente de un momento papá perdió el control
del auto y chocamos contra un árbol. Afortunadamente salimos ilesos del
impacto. Nos bajamos del carro bastante conmocionados por lo que había
sucedido. Más temprano que tarde nos dimos cuenta de que mi hermano no había
salido del auto. Mo volví hacia el vehículo y allí estaba recostado, parecía
bastante pensativo.
Lo llamé por
su nombre y su cabeza se volvió hacia mí lentamente. Tenía los ojos
desorbitados, lo cual era bastante extraño y así como una mirada perdida e
inexpresiva que hacía la situación aún más escalofriante. Grité del miedo; mis
padres corrieron hacia el auto en donde yo estaba y me preguntaron el porqué de
aquél grito. Yo estaba temblando y a regañadientes señalé en dirección a mi
hermano.
Mi hermano
estaba en una especie de trance. Mi padre empezó a realizar algunas llamadas y
mi madre fue a revisar a mi hermano. Yo aún estaba temblando y llorando un
poco. La multitud estaba reunida en círculos a nuestro alrededor pero nadie
tuvo el valor de acercarse
De repente, de
entre el gentío, provino un sacerdote que se nos hubo acercado donde estábamos
nosotros, vio nuestra situación, habló primero con nuestros padres y después habló
conmigo y me preguntó qué había pasado y me tranquilizó un poco mientras mis
padres contactaban con un mecánico. Luego de esto, fue a revisar a mi hermano y
dijo algo en voz baja lo cual supongo que eran rezos y luego se retiró del
lugar. Unos 10 minutos después, arribó una grúa en la cual llevaron el auto al
taller y papá se fue con el señor. Yo y mi madre nos fuimos al hospital junto a
mi hermano.
En el hospital
los doctores le realizaron varias pruebas, entretanto yo pensaba que podría
haberle sucedido. Al cabo de un rato, llegaron los resultados de los exámenes y
le hubieron diagnosticado un ACV que también desencadenó una convulsión y
tendría que estar un tiempo para ver como evolucionaba el cerebro y realizar
más pruebas. Esta noticia nos impactó demasiado a ambos, mamá comenzó a llorar
desconsoladamente. Yo aunque quería llorar junto a ella, me aguanté las ganas y
fui a consolarla a ella en la sala de espera.
Estuvimos allí
el resto del día y prácticamente toda la noche. No dormimos casi nada en casi
toda la noche. Yo me acosté alrededor de las 3 de la madrugada pero no pude
quedarme dormido. Mamá ya le había avisado a papá sobre lo que había ocurrido
acá en el hospital con una voz quebrada y él estaba intentando descansar un
poco en casa. En la mañana, los doctores volvieron a revisarlo y nos dieron una
buena noticia: mi hermano tenía muchas probabilidades de seguir con vida pero
que necesitaba un tratamiento que era un poco costoso. Mamá lloró de la emoción
al escuchar la buena nueva; yo grite al unísono también. Ella firmó algunos
papeles para seguir el procedimiento.
En la tarde,
ya cuando estábamos en casa y papá estaba en el hospital cuidando de mi hermano
le pregunté a mamá que había pasado en la escuela el día anterior. Ella me
respondió lo mismo que me habían dicho a mí pero además me contó otra cosa: Mi
hermano comenzó comportarse bastante raro cuando estaba sentado, comenzó a
hablar solo en voz baja, tenía una mirada fija en un punto específico y molesto.
Así duró un rato, después levantó la cabeza y tenía la mirada perdida y se
recostó en la pared y comenzó a decir en voz alta repitiendo varias veces: “Yo
no lo quiero hacer, yo no lo quiero hacer” y a los pocos minutos explotó el gas
de la cocina de la cafetería.
El director
salió corriendo para determinar que había ocurrido y cuando se percató de la
situación dio instrucciones para que todos los estudiante, maestros y obreros.
Durante este proceso estresante vieron a mi hermano caminando lentamente, con
la cabeza mirando hacia abajo y arrastrando los pies. El director se dirigió
hacia él y le cuestionó sobre que hacía por allí y al mismo tiempo le decía que
debía salir de allí por su propia seguridad. Mi hermano lo miró y en su cara se
veía una mirada perdida y los ojos desorbitados mientras repetía en voz baja:
“No lo quería hacer, no lo quería hacer”.
Siguió
diciendo esto por unos momentos hasta que volvió en sí y le preguntó al
director qué había ocurrido y se asustó más y solo le respondió que debía salir
de allí por su seguridad. Durante todo este proceso los llamaron a ellos y les
advirtieron sobre lo ocurrido y lo que debían hacer. Y es aquí donde comenzó lo
más aterrador…
Los días iban
pasando, mi hermano daba mejoría pero bastante baja. Durante esta semana no
había ido a la secundaria debido a los arreglos que el personal obrero estaba
realizando en el edificio por lo que estaba a veces estaba en casa o en el
hospital ayudando a cuidar a mi hermano o junto a mi padre en el taller. Todo
era un caos, todos teníamos miedo, estrés, angustia y mucho más durante todo
este tiempo. Todos parecíamos volvernos locos de un momento a otro, casi
ninguno podía dormir bien ni durante el día ni durante la noche.
Todo llegó al
límite cuando una noche que estábamos en el hospital esperando para ver que
decían los doctores que estaban viendo a mi hermano entraron a la habitación
donde estábamos todos, bastante agotados tanto física como mentalmente, nos
dieron unas noticias no tan agradables: El joven no está respondiendo al
tratamiento tan bien como se esperaba al principio, estamos probando con otros
medicamentos que también pudiesen servir para la condición que tiene en estos
momentos. Estamos haciendo todo lo posible para que su hijo pueda sobrevivir.
La expresión
en nuestras caras cambio cuando escuchamos aquellas palabras salir de la boca
del médico profesional a una de terror y mis padres palidecieron un montón al
recibir aquellas noticias. Papá dijo que hicieran todo lo posible para que él
saliera con vida de allí, no querían perderlo de aquella manera. Yo tampoco
quería perderlo a él, era un buen hermano, excelente alumno, una buena persona
en su esplendor a pesar de su corta edad. Yo no podía creer lo que escuchaba.
En realidad, ninguno de los tres podía creerlo en su momento.
Pasaron los
días, yo volví a la escuela, aún estaba bastante mal por todo lo que estábamos
viviendo en aquellos momentos pero lo que vino el día siguiente no lo hubiere
creído si no lo hubiese visto yo con mis propios ojos… Fui con mi padre al
hospital para ver y cuidar de mi hermano como solíamos hacer normalmente, está
vez mamá estaba trabajando ya que ambos debían trabajar pero papá había tomado
el día libre para ir al hospital. De un momento a otro mi hermano empezó a
levitar de su cama hasta casi llegar al techo con las cosas que tenía encima.
Yo me aterroricé cuando vi esto e intenté gritar pero mi cuerpo no se podía
mover, así que decidí gritar y mi boca no me respondía. Estaba completamente
paralizado del susto. Para mi suerte, una de las enfermeras entró a la sala
donde estábamos nosotros y se quedó impactada por lo que estaba presenciando.
Ella no daba crédito a lo que sus ojos veían. De un momento a otro, cayó
desplomado encima de la camilla y despertó como cuando uno sueña que se está
cayendo y de repente despierta asustado.
Tanto la
enfermera como yo estábamos impresionados por el hecho, fuimos directamente a
la camilla y le preguntamos a mi hermano como se sentía, qué sentía y si
recordaba algo de lo sucedido. Su respuesta fue negativa para todo, respondió
que no había sentido nada desde hacía varios días y no recordaba nada desde el
día del accidente. La enfermera llamó a mis padres y al doctor para relatarles
lo sucedido hace unos momentos. Llegaron alrededor de unos 2 minutos después.
Ambos les contamos todo lo que habíamos visto y como había pasado. El doctor le
hizo las preguntas rutinarias para corroborar que no hubiera algún daño y le
hizo algunas otras pruebas para observar como estaba funcionando su cuerpo en
general.
Así pasó toda
la mañana y, finalmente, cuando todo estuvo en orden, pudimos irnos todos a
casa junto con nuestro hermano. Todos estábamos muy felices y al mismo tiempo,
intrigados por la situación que había surgido con nuestro hermano aquella
mañana, pero no le dimos mucha importancia al asunto sino, hasta la noche
cuando estábamos en casa. Antes de llegar a casa, anduvimos un rato en el
taller donde estaban arreglando el auto de papá y también nos entregaron el
auto ese mismo día. Todos estábamos doblemente felices porque ya podíamos
utilizar el vehículo de nuevo. Papá había estado hablando de lo sucedido con el
mecánico y este le recomendó visitar a un sacerdote que era amigo de él para
que le proporcionara ayuda y también contactara con un médium que él conocía
que también podría ayudarle con esa situación.